Yo aullé con The Breeders

 

Quienes me conocen lo saben: la década de 1990 es mi refugio musical favorito. A cuenta de que era demasiado niña para vivirla a plenitud (y cuando ya no fui tan niña, el sabor de esos años se había esfumado), vuelvo a ella una y otra vez, convencida de que es mi patria futurible, mi fiesta eterna. Aunque me lavaba el pelo regularmente, no usé pantalones rotos, ni suéteres amarrados a la cintura, y no hostigué a mis padres para que me compraran unas Doc Martens como hizo una pana (nunca he creído en eso de andar por la vida exhibiendo las enseñas de la tribu), fui grunge de corazón. Me sé casi todas las canciones de Nirvana, Alice In Chains, Soundgarden, Pearl Jam y sus combinaciones incestuosas, entre muchos otros. Las camisas a cuadros son mi fetiche, todavía hoy –que han vuelto reencauchadas por la moda– me hacen voltear la mirada. Cosas del instinto.

A estas alturas sé cuán limitado era engraparse al grunge (y lo último que deseo es que regrese alguna vez, en caso de que exista la más mínima posibilidad de ello). Pero a los trece años uno se aferra a las sonoridades que más le van. Y tripea. La cosa no tiene que ver con tu experticia musical. Es algo de piel. De subirse a un tren que pasa.

Una de las bandas de los noventas a las que les cogí temprano el trinquete fue The Breeders, cuyo control creativo estaba en manos de las gemelas Kim y Kelley Deal (¿quién no conoce a Kim Deal, la legendaria bajista de los Pixies? ¿Acaso se puede vivir sin haber escuchado a los Pixies? ¿Eh? ¿Eh?). Todavía recuerdo cuando vi el video de “Cannonball” en MTV, el tema promocional de su segundo disco. Era 1993 o 1994. Recuerdo aquel remedo de aullidos que las Deal hacían al principio de la canción. Luego recuerdo haberla grabado de la radio en un cassette, al que le di rosca hasta que conseguí mi copia de Last Splash. Ese fue el primer CD que compré en Amazon.

En “New Year”, la primera pista, las hermanas Deal anuncian el asalto: “We have come for light…”. La cosa arranca lenta, dulzarrona, pero pronto se acelera, se vuelve desafiante, ruge con actitud. Esa dinámica sienta el tono del disco, por no decir el de toda su carrera posterior.

En 2012, Last Splash sigue siendo puro lomito. “Invisible Man”, “No Aloha” (totalmente en la onda de Pixies), “I Just Wanna Get Along”, “Hag”, “Saints” (o “S.O.S.” un instrumental en el que de repente atraviesan algo de drum and bass o una armónica súper vaquera) están hechas de un material que no se desgasta, ni palidece ante lo actual. Quizás sea el mejor trabajo de la banda (el debut, Pod, fue muy bueno; los dos siguientes lucen oscuros, desenfocados).

Construido con un sonido elemental, a ratos desbordante, se apalanca en la emblemática distorsión de las bandas de los noventas. Y es tan melódico… Quince temas que lo tienen todo: entusiasmo, garra, melancolía. Como pasa con Elástica, son tan breves que te dejan con ganas de oírlos dos o tres veces más. Puedes repetir sin peligro de indigestarte.

 

The Breeders son una banda de rock alternativo estadounidense, constituida en 1988 por la ex-Throwing Muses Tanya Donelly y por la ex-Pixies Kim Deal. Por su formación han pasado otros siete músicos: Kelley Deal y Richard Presley (guitarra), Josephine Wiggs y Mando López (bajo), Britt Walford, Jim MacPherson y José Medeles (batería). Espaciosos ellos, entre 1990 y 2008 han publicado cuatro albumes: Pod (1990), Last Splash (1993), Title TK (2002), Mountain Battles (2008), el muy recomendable sencillo «Safari» (1992) y los EP Head to Toe (1994) y Fate to Fatal (2009).

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